La Cleopatra que urde entre bambalinas los siniestros ardides que componen la trama de esta ópera estrenada en 1728 en la Royal Academy of Music de Londres no es la misma que protagonizó, cuatro años antes, Julio César en Egipto, sino su bisabuela. Sus perversiones la convierten, no obstante, en una figura operística de primer orden: tras eliminar a su marido –Tolomeo VIII–, eleva al trono a su hijo Tolomeo IX –el titular de la ópera–, pero luego, insatisfecha, lo destierra y eleva al trono a su hermano menor –Tolomeo X, el Alessandro de la ópera–. Este recibe el encargo de matar a su expatriado hermano –exiliado con un falso nombre en la isla de Chipre– pero tras varios asesinatos frustrados, un intento de violación y un envenenamiento fallido, el amor fraterno se impone a los abominables designios de la fatal reina.

El estreno contó con Francesca Cuzzoni y Faustina Bordoni, dos artistas cuya rivalidad había provocado violentos tumultos en el patio de butacas un año antes, y con el mítico castrado Senesino, además del basso Giuseppe Maria Boschi, a quien Händel dedicó algunas de sus mejores arias di furore. Un plantel vocal que exige un reparto de primerísima fila como el que tendremos la suerte de disfrutar en esta ocasión.  

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